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Setembre 18, 2015

El Nacionalismo Español (PP-PSOE, C’s, Faes-Falange) es nuestro enemigo, porque se agranda pisoteando, sometiendo y eliminando otras naciones. Se imagina a sí mismo inexistente y a la vez determinado por gracia divina. Como todos y cada uno de los demás nacionalismos supremacistas, asimilacionistas y genocidas culturales, como el Francés o el de cualquiera de los 200 estados imperiales que hoy gobiernan el mundo y que ahogan expresiones culturales, lenguas y naciones milenarias internamente. Pretendiendo desde ciertas izquierdas un internacionalismo al que no están invitados mapuches, guaranís, tibetanos, occitanos, kurdos, escoceses, vascos, gallegos o catalanes por no haber logrado tener o mantener un estado propio.

El Estado Español es nuestro adversario por como naturaliza y encauza ese nacionalismo español asimilacionista y genocida cultural mediante leyes, regulaciones, constituciones, escuelas, televisiones, guardias civiles, jueces y tanques. Igual que en México, China, Marruecos o Rusia con sus minorías nacionales.

Los y las hermanas españolas son nuestras aliadas en la democratización de España. Ya que sólo sin democracia puede mantenerse a millones dentro de un estado que ya no sienten como propio y al que no quieren pertenecer. Hermanas que deberán elegir entre perder parte del cortijo, o perder parte de la ilusión de vivir en democracia. A quienes no imaginamos reclamando una unidad estatal impuesta por la fuerza o por graves e intolerables déficits democráticos que quedan bien reflejados en las palabras de hace un mes del presidente de las Cortes Españolas: “voten lo que voten el 27S, lo vamos a parar”.

Estas elecciones con su carácter indudablemente plebiscitario son una oportunidad para ayudar a España a crecer política y democráticamente. A ayudar a hacer el proceso de disculpas y revision del holocausto indioamericano que aún está pendiente, y que está siempre relegado a un segundísimo plano tras el orgullo de presumir de que el castellano sea la segunda o tercera lengua más hablada en el mundo. Por imposición de sangre, cuchillo y cruz mafiosa y fraticida.

Es hora de que España crezca y deje ir, de aprender y democratizarse, de echar estas derechas que hipotecan el futuro del pais desde hace siglos y que como dijo Azaña “han acampado en el estado” y creen que les pertenece. Inhabilitando en política a todo aquél que no condene de forma clara y explícita al franquismo y a toda veleidad antidemocrática como no respetar la democracia en Catalunya. Una posición política del todo inadmisible, sólo explicable por la consolidación de las conquistas de Franco, y que supone la expulsión de la UE, que es lo único que hoy nos salva de ver entrar de nuevo los tanques por la Diagonal.

La independencia de Catalunya puede ser, entre muchas otras cosas, el inicio de un nuevo proceso de descolonización interna en el que pasemos de los 200 estados imperiales de hoy a miles de pequeñas naciones enlazadas en red desde su libre confederación de iguales, y ya no más sometidas al capricho nacionalista asimilador de Turquia, España, Francia o Brasil, que ya han demostrado ser estructuras ineficientes, injustas y sin la cultura necesaria para preservar la biodiversidad cultural humana. A la que quieren diezmar en provecho y para gloria de unas pocas expresiones nacionales, lingüísticas y culturales.

No se puede ser de izquierdas en España y no ser independentista de las naciones que tanto han sufrido aquí estos procesos, se sea de donde se sea; igual que no se puede ser de izquierdas y no ser feminista, se sea del género que se sea. Y no se puede ser demócrata sin luchar por el derecho de que cada comunidad humana que lo desee pueda votar por la forma en la que quiere constituirse políticamente, sin que leyes, constituciones o ejércitos filo fascistas, como es nuestro caso, limiten el curso de la historia y de la conformación de las sociedades.

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